Es propicio mencionar a James Joyce, por muchas razones. Leí el Ulises a los diecisiete años, y a pesar de los muchos baches, culpa de mi ignorancia, me cautivó: por la forma en que está escrito, por sus poderosas imágenes, por la vitalidad de sus personajes. Pero, también, por el trasfondo filosófico de la obra, que prefigura el más complejo tema de la circularidad y el eterno retorno que luego desarrollaría tan enigmática y maravillosamente en Finnegans Wake.
Hacía mucho tiempo que no pensaba en Joyce; gracias a las queridas crónicas espaciotemporales de los miércoles, lo recuperé del olvido.
Hacía mucho tiempo que no pensaba en Joyce; gracias a las queridas crónicas espaciotemporales de los miércoles, lo recuperé del olvido.
James Joyce-Ulysses